lunes, 3 de septiembre de 2012

Del amor y otros demonios, Gabriel García Márquez


Encontré el libro por casualidad en los restos de la mudanza que aún no nos habíamos atrevido a desembalar. Al abrir la caja reconocí el inconfundible olor de las hojas de papel apiladas y encuadernadas. Como una niña chica fui sacando los tomos uno a uno para ver que tesoro nuevo encontraba y me llevaba a mi habitación. Subí dos pequeñas joyas. La primera fue El perfume, un curioso recorrido por la vida de un asesino con una nariz prodigiosa, y la segunda Del amor y otros demonios¸ de Gabriel García Márquez.

No esperé a llegar arriba para empezar el libro de García Márquez. Algo tenía de maravilloso la niña de cuello de cisne cuya cabellera le flotaba alrededor ocupando casi la mitad de la portada. Leí el prólogo sentada en las escaleras. En él el escritor explicaba como se había decidido a contar aquella historia. Hablaba de como siendo un joven reportero había tenido que cubrir unas exhumaciones en el convento de Santa Clara. Al abrir una tumba, una pelambrera de unos veinte metros de largo sorprendió al salir disparada como un león de la cripta, en el interior, los huesos de una niña de unos doce años. Luego la leyenda de una marquesita cuya melena arrastraba por el suelo que escuchó en su infancia hizo el resto.

La verdad, es que es una historia preciosa. Cada personaje representa un mundo, su mundo, y tiene que soportar las tiranteces que ocurren cuando se choca con los de los otros. Cada personaje parece llorar porque se cuente su historia. La protagonista es una muchacha nacida en el seno de una familia  de padre noble y madre plebeya que por culpa del desentendimiento de uno y el odio malsano de la otra, acaba siendo criada por los esclavos negros de la casa. Pero nadie parece querer comprender que a pesar de su apariencia de blanca, la niña tiene alma, creencias, y costumbres de una reina africana.

Para cuando el Marqués trata de recuperar a su hija ya es demasiado tarde. Un perro rabioso la ha mordido, y en su afán por salvarla, por darle todo su amor y cariño, la arrastra al infierno. El obispado la toma por endemoniada y lo obliga a encerrarla en un convento, donde entre el desamparo y los tormentos, entre lo fantástico y lo religioso, se superponen la intolerancia y las necesidades del corazón.

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